PALABRAS DE CATALINA HERNANDEZ

Con motivo del aniversario No. 15 de FBF, algunos de nuestros voluntarios fundadores han recordado lo que ha significado para ellos hacer parte de esta historia.

Por: Catalina Hernández

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Pensar en una sola historia de la fundación es imposible. Yo llegué cuando estaba en sus inicios, discutíamos por horas miles de temas, la mayoría de los cuales apenas comenzábamos a entender. Imagínense un grupo de chicos entre los 18 y 21 años hablando de estatutos, recaudación de fondos y salvar la vida de mínimo 100 niños... eran horas y horas botando ideas, soñando por lo alto y pensando en estrategias. Sin embargo, en esa etapa, el día a día se movía con el dinero de nuestro propio bolsillo, por cierto, bolsillo de estudiante. 

Ahora, con quince años más de vida, muero de risa pensando en las horas que pasábamos en Oma, éramos en promedio diez ‘gatos’, pedíamos dos aguas aromáticas y un tinto; así que ocupábamos una gran mesa durante horas, en el horario pico, y cuando traían la cuenta (ya las demás mesas tenían las sillas montadas patas arriba) pagábamos $5.000 pesos, y de la propina voluntaria ni hablar.

Los meses empezaron a transcurrir, lo mágico del asunto fue ver cómo se materializaban nuestros sueños, poco a poco entendimos cómo tocar puertas y cómo dejar que algunas oportunidades llegaran a nosotros solitas, solo dejando ver nuestra pasión. Nos convertimos en una hermosa red que atraía a todo tipo de seres humanos, cada uno entregó lo mejor y dejó entonces más recuerdos e historias. Por medio de los Rotarios, por ejemplo, conseguimos nuestra primera gran dotación física, no se imaginan la felicidad de entrar a una librería y comprar cuantos cuentos queríamos, mandar a hacer muebles y estantería, ¡comprar ollas y platos!. Un tiempo después un canal de televisión nos contacta porque quiere representarnos en el programa “Mira quién baila”. Asistir a un set de grabación para ver a dos artistas bailando por nuestros niños; en la final todos gritando y temblando, fue muy emocionante. De allí llegaron las primeras computadoras y la nevera - son miles de historias -.

Lo más hermoso de esta experiencia es que me dejó un grupo de amigos que hoy, quince años después, puedo decir que son mis amigos del corazón, con los que comparto mil historias más, mi mejor pago por cada segundo dedicado a nuestros niños.

¡Felicitaciones a todos por ser parte de esta hermosa familia!, ya verán cómo el universo se encargará de pagarles cada segundo invertido en nuestros niños.



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